martes, 3 de junio de 2008

... y la oscuridad fue su amiga

Fue en la rutina diaria de caminar hasta la escuela que empezé a creerme el papel de solitario e interpretarlo aunque pareciera forzado. Lo cierto es que solo estaba hasta llegar a la escuela y entonces pasaba ahi 4 o 5 horas, en clase o en el patio, estudiando o tomando cerveza, leyendo y fumando, con esos compañeros que en ese momento eran, pues aquellos con los que habia entrado ya no estaban más conmigo. Y luego de eso, volvía a estar solo de regreso a la casa y a mi cuarto. En muchas ocasiones llegaba a comprar para cenar y cenaba solo viendo televisión. Los fines de semana escapaba a la casa de algunos conocidos a nada más que emborracharme. Fue mi rutina la que me enseñó a estar solo. Y entonces me creí solitario. Y la soledad se convirtió en algo más que mi condición circunstancial. Las noches a oscuras eran cada vez más largas por mi desición de asumirme solitario. Y habia elegido tambien ser un solitario ejemplar. La rebeldía, desilusión, enojo, frustración, y ahora la soledad, debia ser motores en mi vida. En medio de esa oscuridad que me envolvía, yo sería una luz que me dejaría ver el camino, y me juré que lo iba a disfrutar, y que esto sería la motivación que esperaba... por supuesto, estaba equivocado.

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